LA INVASIÓN FRANCESA (1862-1867)

 

ANTECEDENTES.

La semana anterior terminamos de repasar el periodo conocido como Guerra de Reforma (1858-1861) también conocida como Guerra de Tres Años.

La invasión Francesa está íntimamente ligada a la Guerra de Reforma; los derrotados en ella, los Conservadores, buscaron en el extranjero la ayuda para derrotar a los Liberales.

Durante la Guerra de Reforma, como vimos, México estuvo en grave riesgo de no existir más como nación y ser absorbido por los EU.

Sin embargo, nuestros vecinos no lo hicieron por su propia sobre vivencia.

De haberse devorado a México, los Sureños Estadounidenses se hubiesen fortalecido y, entrando al área de las especulaciones, podrían haber vencido a los Unionistas (los del Norte) y creado el país que llamarían Estados Confederados de América, fracturando así a los Estados Unidos en dos naciones.

 

Esta situación de guerra dentro de los Estados Unidos, fue también clave para que Napoleón III aceptara la idea de invadir México, pues aprovecharía que los Estadounidenses estaban ‘ocupados’ para poder ‘tranquilamente’ ingresar a México.

La Guerra de Reforma tuvo muchas implicaciones, de entre las más trascendentes están:

 

1) Representó la victoria del grupo de Liberales sobre el de los Conservadores, aunque aún faltarían un último enfrentamiento (el de la invasión Francesa).

 

2) Con la victoria se afianzó la Constitución Liberal de 1857 la cual, entre otras cosas, separaba a la Iglesia del Estado y se apropiaba éste último de los bienes de la primera.

 

Al terminar la guerra, Juárez se trasladó de Veracruz a la Ciudad de México para reiniciar desde ahí su gobierno.

Sin embargo, los problemas económicos del país eran aún más graves.

La guerra había mermado la paupérrima economía del país, el Gobierno estaba -como ya era una tradición- en bancarrota y los recursos que podría obtener de la venta de los bienes de la Iglesia tenían tantos problemas legales que era imposible captar recursos de ahí.

En este punto, como ejemplo, diríamos que durante la Guerra, la Iglesia utilizó muchas artimañas para cambiar de nombre al propietario de las decenas de miles de hectáreas de su propiedad, apareciendo, por ejemplo, prestanombres, de manera que cuando el Estado pretendió apropiarse de dichas propiedades, éstas ya no estaban a nombre del Clero.

Juárez y su Secretario de Hacienda analizaron la situación económica y decidieron que no había otro camino que informar a los acreedores, principalmente Francia, Inglaterra y España, que el país se declaraba en suspensión de pagos de la deuda externa.

 

Habría que recordar que los ingresos del Gobierno Mexicano dependían casi exclusivamente de la aduana de Veracruz, puesto que la actividad económica en el país era la de una nación agrícola primordialmente (80% de la población vivía en el campo) y era obvio que captar impuestos de ellos era menos que impensable.

La industria prácticamente no existía, pues la poca que había como la minería o la textil estaba en una situación lamentable por tantas guerras e inseguridad en los caminos.

Ante esta situación, el caldo de cultivo para una nueva intervención extranjera en México, estaba preparada.

Como en cualquier hecho histórico, hay muchas circunstancias que ocurren alrededor; los hechos históricos no se dan aislados, tienen muchas vertientes que los originan o agravan.

ACERCAMIENTOS CON NAPOLEÓN III.

Con el triunfo Liberal encabezado por Juárez, a los Conservadores no les quedó otra alternativa que huir de la Ciudad de México; varios de ellos se autoexiliaron en EU y Europa. Con la suspensión de pagos de la deuda externa, España, Inglaterra y Francia enviaron a Veracruz embarcaciones militares en Diciembre de 1861. Napoleón III deseaba aprovechar la coyuntura que le otorgaba esta situación para implantar en México una Monarquía dependiente de París.

Napoleon III

Napoleón III. Su idea de detener el avance de los Estados Unidos en América lo animó a su 'aventura Mexicana'.

Conocedor de la situación, Napoléon III y sus contactos se acercaron a los derrotados Conservadores. Pero en México no solamente los Conservadores apoyaban la idea; terratenientes, la Iglesia y grupos de poder que se verían afectados por la implantación de las Liberales Leyes de Reforma eran animados apoyadores de la idea.

La población Mexicana estaba más que harta por los más de 50 años de guerras internas e invasiones extranjeras y, ante la evidente falta de organización de los propios Mexicanos, veía en Europa la posibilidad de acceder a una mejor organización política que les trajera tranquilidad y progreso. El escenario para el último enfrentamiento entre los Conservadores y Liberales en la Historia de México estaba preparado.

El Gobierno Juarista negoció con las 3 naciones Europeas la suspensión del pago de la deuda exterior, pero Francia decidió tomar las armas para exigir su cumplimiento. En Abril de 1862, las embarcaciones de España e Inglaterra se alejaban de las costas Veracruzanas, al conocer la decisión de París de invadir México. Las tropas Francesas sumaban 7,000 soldados y estaban consideradas como el ejército más respetable del mundo.

Como punto de comparación, a los Estadounidenses les llevó 2 años (1846-48) y 10,000 hombres invadir México y ocupar la Ciudad de México. Al iniciar su recorrido hacia el Valle de México, tanto los altos mandos como la tropa Francesa suponían que su avance hacia la Capital sería sencilla e incluso en medio de cálidas bienvenidas. Estas ideas habían sido nutridas por Juan Almonte (Conservador, hijo de Morelos) y Dubois de Saligny, Embajador Francés nombrado por Napoleón. Los Franceses enfrentaron ataques aislados de facciones militares Mexicanas en El Fortín y Acultzingo.

Ante la inminente invasión y sin recursos económicos para hacer frente al Ejército Francés, Juárez ordenó un primer frente militar en la Ciudad de Puebla, poniendo al frente de su Ejército a Porfirio Díaz, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza, Felipe Berriozábal y Miguel Negrete. Puebla era una de las ciudades más conservadoras y religiosas del país. Al igual que durante la invasión Estadounidense de 1846-48, la Iglesia atendió a sus propios intereses e instigó a la población a ver con buenos ojos a los invasores.

Habría que detenernos un momento y analizar la inmensa influencia que en la sociedad Mexicana tenía la Iglesia, la cual movía a placer los hilos de sus intereses económicos. Puebla, posiblemente la más conservadora de las ciudades Mexicanas, veía con especial agrado la llegada de los Europeos. Por ello, después de la batalla del 5 de Mayo, Zaragoza sugirió a Juárez incendiar Puebla.

ANTECEDENTES DE LA BATALLA DE PUEBLA.

Aunque nunca debe de generalizarse, una buena parte de la población civil de la Ciudad de Puebla no veía al ejército invasor como un enemigo real. Había algunas razones bastante ruines entre la población para aceptar la idea de que otra nación más desarrollada viniera a gobernar al país. A mediados del siglo XIX, Francia representaba para el mundo Occidental lo 'refinado', era el país del 'glamour' y las artes, la música, pintura, arquitectura y literatura. Hasta el conocimiento de su propio idioma era visto como un símbolo de refinamiento y nivel social.

Un país totalmente nuevo como México, aún no vivía cohesionado y buscaba en lo extranjero los valores que en realidad tenía dentro. Habían transcurrido solamente 13 años después de la última invasión (EU) que costó al país la pérdida de 2.4 millones de Km2 (México tiene actualmente 2 millones). Esa última invasión había dejado sin embargo, una amarga lección de que los Mexicanos no debían enfrentar a sus enemigos desunidos.

La joven generación que defendió al país durante la invasión Estadounidense, tenía ahora entre 30 y 40 años de edad y tomaba sobre sus hombros la defensa del país. Así, con una escalofriante falta de recursos económicos, el país conjuntaba en la Ciudad de Puebla su única y última resistencia, ante la inminente toma de la Ciudad de México. Un primer enfrentamiento menor ocurrió en Acultzingo, en donde Ignacio Zaragoza al frente de 3,000 hombres enfrentó a una avanzada del ejército Francés, pudiendo en la refriega, hacerles 32 bajas. La pequeña escaramuza duró unas 3 horas. El ejército Mexicano era una mezcla de militares mal armados e indígenas peor armados.

A su organización acudieron los mejores Generales del grupo Liberal, lidereados por Porfirio Díaz (Oaxaca), Felipe Berriozábal (Zacatecas), Ignacio Zaragoza (Texas), Jesús González Ortega (Zacatecas). Batallones de Veracruz, Querétaro, Ciudad de México, Oaxaca, Toluca y San Luis Potosí llegaron a Puebla apenas unos días antes del enfrentamiento con el ejército Francés.

Inicio y ocaso del Imperio de Maximiliano.Izquierda: su llegada junto con Carlota a la Ciudad de México (12 de Junio de 1864). El nuevo Emperador se dirige por la calle de San Francisco a la Catedral en donde es esperado por el Arzobispo Antonio Labastida http://www.inep.org/content/view/1657/75/. Derecha: daños ocasionados al Convento de la Cruz en Querétaro durante el ataque del General Escobedo a las fuerzas Imperialistas de Maximiliano. Días más tarde el Emperador sería capturado junto con los Generales Mejía y Miguel Miramón.

Por su parte los Franceses, en cuanto les fue posible se alejaron del Puerto de Veracruz, debido a su clima malsano. Para el 26 de Abril, sabedor de que los Mexicanos preparaban su defensa en la Ciudad de Puebla y seguro de la capacidad de sus tropas y de la paupérrima situación del ejército Mexicano, el General Lorencez envió al Ministro de Guerra en París el siguiente mensaje: "tenemos sobre los Mexicanos, tal superioridad de raza, de organización, de disciplina, de moralidad y de elevación de sentimientos, que ruego a Vuestra Excelencia, quiera decir al Emperador, que desde ahora, a la cabeza de mis seis mil soldados, soy dueño de México".  

Era Mayo de 1864; el Imperio sería efímero pues su vida terminaría en Mayo de 1867 cuando tras resistir la embestida del Ejército Liberal en la Ciudad de Puebla y la Ciudad de México, Maximiliano sería apresado en Querétaro y fusilado al mes siguiente.

Diversas presiones recibió el Presidente Juárez no solo de la Iglesia Católica de México y sectores sociales Mexicanos, sino también de emisarios y comunicaciones provenientes de Europa.

Aún así, de acuerdo a una Ley publicada previamente en Enero de 1862, Juárez refrendó la condena a muerte de Maximiliano la cual se llevó a cabo en el Cerro de las Campanas, en la Ciudad de Querétaro en Junio de 1867.

Juan José Baz acompañó al General Porfirio Díaz en las tomas de la Ciudad de Puebla y Ciudad de México, recobrando así para el país la capital de la República. Derecha: máscara mortuoria de Maximiliano. Su cadáver sufrió diversas vicisitudes desde su primer embalsamamiento, su traslado a la Ciudad de México, Veracruz hasta su llegada a Viena en donde se encuentra su sepulcro. Justamente fué Juan José Baz, Gobernador del DF quien, ante la llegada del cadáver de Maximiliano a la Ciudad de México para ser reembalsamado ordenó en una noche el derribo del templo en el que eran velados los restos del malogrado Emperador. Algunos habitantes de la capital habían comenzado a ubicar al templo como un 'centro de devoción'.

Este día del fusilamiento de Maximiliano, Juan J.Baz, escribe a su querido amigo y señor Benito Juárez : “compadezco al hombre lo mismo que a los Mexicanos que hay que sacrificar; pero este acto de severidad era indispensable para matar el principio que la persona representaba y quitar el pretexto de revolución a los trastornadores del orden. Este ejemplo hará que en Europa se nos respete y quitará las ganas a otros aventureros de venir por acá ”. http://www.inep.org/content/view/39/75/